7 de noviembre de 1965. Monterrey, Nuevo León. Manolo Martínez, quien pronto se convertiría en el torero mexicano más importante de finales del siglo XX, toma la alternativa. A continuación reproducimos una crónica publicada por una revista de la época, que desafortunadamente no aparece firmada. Fotografías: Flores.
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En Monterrey apadrinado por Lorenzo Garza y teniendo como testigo a Humberto Moro, tomó la alternativa con toros de Mimiahuapam Manolo Martínez.
Tres toreros norteños se juntaron en la bonita plaza de Monterrey: Lorenzo “El Magnífico”, entrega a Manolo Martínez una muleta y una espada que han entrado ya en la historia del toreo. Humberto Moro, testigo de la alternativa, presencia la sesión de trastos. En la foto de abajo, ese toro que hunde los pitones en la arena y da una vuelta completa sobre sí mismo, es la manifestación más palmaria de cómo embisten los toros bravos de Mimiahuapam.
La gran temporada que como novillero llevó a cabo el diestro de Monterrey, Manolo Martínez, tuvo su culminación al año justo de haber comenzado como novillero, invistiéndose como matador de toros en la plaza de Monterrey.
El cartel estaba lleno de alicientes. Figuraba como padrino Lorenzo “El Magnífico” –ese torero que en México y en España llenó una época y que, todavía, arrastra multitudes deseosas de ver el arte y el estilo de Lorenzo.
Otro torero también norteño, Humberto Moro, figuraba como testigo y era una promesa para la afición, por la cadencia y el temple de sus muletazos personalísimos.
Para completar esta tercia, para complementarla mejor, se eligió un bravo encierro de la vacada de Mimiahuapam, de don Luis Barroso Barona. Todo estaba dispuesto para que la alternativa de Manolo Martínez resultara un acontecimiento triunfal. Y así ocurrió en efecto.
La corrida salió bravísima, noble y suave. Hubo un toro que metió la cabeza en el engaño con tanto celo que dio una vuelta de campana. Solamente el sol se negó a colaborar en esta gran corrida. Pero a pesar de lo desapacible del día –con lluvia constante aunque suave desde el día anterior–, el público acudió a la plaza y la llenó casi totalmente.
Manolo Martínez tuvo una gran tarde y demostró que está cuajado para estas nuevas lides de matador de toros. Una cornada, producto de su propio entusiasmo, le impidió matar el segundo toro. En el primero había triunfado rotundamente con el capote y con la muleta y había matado bien, por lo que dio la vuelta al ruedo con la oreja del toro y las ovaciones del público.
Garza demostró que los años sólo han servido en él, para lo que sirven en el buen vino. Para darle mejor sabor y mayor solera. Toreó con el arte de sus mejores tiempos y le puso un acento señorial y una majestad que solo él tiene, a todo lo que hizo. Dio la vuelta al ruedo en su primer toro y cortó la oreja del segundo. El público presenció con asombro y ovacionó constantemente la actuación de Lorenzo Garza.
Humberto Moro se puso a la altura de sus alternantes y en un toro que regaló, realizó una maravillosa faena que premió el público con ovaciones y vueltas al anillo y la oreja del animal.
Afortunadamente cuando escribimos estas notas, Manolo Martínez está totalmente repuesto de su cornada y se dispone a torear de nuevo en Monterrey.
Publicado en la revista Toro. Año II, número II, diciembre 1965. México.